miércoles, enero 31, 2007

KANT: Crítica de la Razón práctica

La voluntad buena y la ley moral
Para Kant, la única cosa que se puede calificar de buena es la «vo­luntad buena». La voluntad buena es aquella voluntad que obra por deber, que actúa determinada por la razón.
Obrar conforme al deber es legal, pero no moral. Obrar por deber es obrar por respeto a la ley moral. Ningún móvil empírico puede servir de fundamento a la moralidad.
Kant diferencia entre máxima y ley moral. Define la máxima como el principio subjetivo del obrar, es decir, lo que impulsa a actuar al su­jeto. Por ejemplo, el diabético no toma azúcar porque es nocivo para su salud. No hace daño a todo el mundo, no es malo objetivamente hablando, pero sí es malo para él. La ley moral es el principio objeti­vo del obrar, prescribe cómo ha de actuar el hombre que actúa guia­do única y exclusivamente por la razón, como, por ejemplo, «no ro­barás»: todos los hombres deben actuar guiados por la razón y no deben robar.
La ética kantiana se basa en la naturaleza finita del hombre y el hom­bre no es en absoluto perfecto. Solamente la «voluntad santa» está siempre conforme con las leyes de la razón y prescribe obrar siempre por deber.
Así, la ley moral adopta para los hombres la forma de imperativo. No obstante, es importante resaltar que, en el caso de la voluntad santa, no tiene objeto hablar de imperativos, ya que siempre obra conforme a los dictados de la razón.
Kant distingue dos tipos de imperativos:
Los imperativos hipotéticos son aquellos que prescriben una ac­ción como buena o necesaria para alcanzar un fin, como el si­guiente: «si quieres ir al cielo has de ser honrado». Estos impera­tivos, a su vez, se dividen en:
Problemáticos: son aquellos en los que el fin puede quererse o no, como, por ejemplo, «si quieres ser campeón olímpico has de dedicarte por entero al deporte». No obstante, yo puedo querer o no ser campeón olímpico y puede, por ende, compensarme o no tal sacrificio.
Asertóricos: en los cuales el fin perseguido es la felicidad. Su for­ma es del tipo «si quieres la felicidad tienes que...».
Ahora bien, los imperativos hipotéticos no pueden constituir la esencia de lo moral, ya que mueven a actuar para lograr un fin condicionado.
- El imperativo categórico es el que se impone a nuestra voluntad de un modo absoluto, sin ningún tipo de condición. Es el impera­tivo moral. El imperativo categórico es, pues:
Autónomo: el hombre debe actuar siguiendo los dictados de su conciencia, sin guiarse más que por su razón.
Universal: la máxima de la conducta que autónomamente se es­cogió debe ser «obra de tal manera que la máxima de tu conducta pueda valer como principio de legislación universal».
Apodíctico: es decir, vale de un modo necesario e incondiciona-do, no está sometido a ningún condicionamiento o contingencia, sino que debe ser aceptado de modo absoluto.