DESCARTES: La libertad
El “yo” como libertad
Por estas fechas envía Descartes su Tratado de las pasiones del alma a la princesa Isabel. En él, uniendo psicología y moral, distingue entre los contenidos del pensamiento los sentimientos y las emociones, que son «pasiones» porque, provenientes del cuerpo, no son actividad del alma, sino que, para bien o para mal, la afectan.
Descartes no es enemigo de las pasiones a la manera estoica, sino que, según la regla tercera del vencimiento de sí mismo, quiere dominarlas de manera que su dinamismo afecte tan sólo positivamente al alma. En el combate entre las pasiones y la racionalidad no puede caber duda respecto a la soberana libertad de la voluntad. La libertad es para Descartes tan evidente que ha de considerársela «una de las nociones primeras ) máximamente comunes que hay innatas en nosotros» (Principios de filosofía).
Pero ¿qué es la libertad? ¿Una voluntad y unos de seos sometidos a la razón puede ser libertad? Lo es, si e yo, mi más íntima realidad, es la racionalidad.
En la raíz de esta moral cartesiana está la decisiói de entregarse a la racionalidad, como hemos contera piado desde el origen. Es, pues, este racionalismo u voluntarismo de la razón. Aparece finalmente una pre valencia de la voluntad sobre el entendimiento conoc da desde el agustinismo medieval: sólo cuando la ve luntad asiente a la evidencia racional hacemos juick verdaderos; sólo cuando la voluntad consiente en ui inclinación racional hacemos actos libres moralmen buenos. Hay en Descartes un idealismo de la liberta El acto supremo de libertad que decide la duda tol conduce a la verdad absoluta del cogito. Por ello la bertad en Descartes no se demuestra, puesto que e¡ en el inicio de su filosofía. La libertad es una idea c\í y distinta como el mismo cogito. «La libertad es la pi fección fundamental del hombre», afirma Descartes de filosofía.
Por estas fechas envía Descartes su Tratado de las pasiones del alma a la princesa Isabel. En él, uniendo psicología y moral, distingue entre los contenidos del pensamiento los sentimientos y las emociones, que son «pasiones» porque, provenientes del cuerpo, no son actividad del alma, sino que, para bien o para mal, la afectan.
Descartes no es enemigo de las pasiones a la manera estoica, sino que, según la regla tercera del vencimiento de sí mismo, quiere dominarlas de manera que su dinamismo afecte tan sólo positivamente al alma. En el combate entre las pasiones y la racionalidad no puede caber duda respecto a la soberana libertad de la voluntad. La libertad es para Descartes tan evidente que ha de considerársela «una de las nociones primeras ) máximamente comunes que hay innatas en nosotros» (Principios de filosofía).
Pero ¿qué es la libertad? ¿Una voluntad y unos de seos sometidos a la razón puede ser libertad? Lo es, si e yo, mi más íntima realidad, es la racionalidad.
En la raíz de esta moral cartesiana está la decisiói de entregarse a la racionalidad, como hemos contera piado desde el origen. Es, pues, este racionalismo u voluntarismo de la razón. Aparece finalmente una pre valencia de la voluntad sobre el entendimiento conoc da desde el agustinismo medieval: sólo cuando la ve luntad asiente a la evidencia racional hacemos juick verdaderos; sólo cuando la voluntad consiente en ui inclinación racional hacemos actos libres moralmen buenos. Hay en Descartes un idealismo de la liberta El acto supremo de libertad que decide la duda tol conduce a la verdad absoluta del cogito. Por ello la bertad en Descartes no se demuestra, puesto que e¡ en el inicio de su filosofía. La libertad es una idea c\í y distinta como el mismo cogito. «La libertad es la pi fección fundamental del hombre», afirma Descartes de filosofía.
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