DESCARTES: Método filosófico
Cogito, ergo sum: Pienso, luego existo
De esta forma, la duda ha puesto entre paréntesis incluso las certezas más habituales: Descartes desconfía ahora de la existencia del mundo y de los objetos externos a él; de la existencia de su propio cuerpo; duda, incluso, de las verdades matemáticas. ¿Qué le queda, entonces? ¿Dónde está esa verdad indudable sobre la cual basar el sistema de la metafísica? Lo único que no se puede poner en duda es el propio sujeto que duda, el propio sujeto que piensa en la inexistencia de las cosas.
Del acto mismo de dudar surge una verdad indubitable: cogito, ergo sum, es decir, pienso, luego existo. Esta verdad es tomada por Descartes como el primer principio evidente de la filosofía. Es una verdad clara y distinta de la que pueden deducirse todas las demás verdades. En este punto es clara la influencia de lo que se ha dado en llamar el cogito agustiniano.
Esta evidencia, «pienso, luego existo», no es el resultado de una deducción; es, por el contrario, una intuición gracias a la cual me experimento a mí mismo directamente como una cosa que piensa (como una res cogitans). Es un principio inmutable, del que no se puede dudar, absolutamente verdadero.
Para Descartes, el pensamiento se define como todo acto consciente del espíritu y es el acto de pensar el que es evidente, no su contenido.
De esta forma, la duda ha puesto entre paréntesis incluso las certezas más habituales: Descartes desconfía ahora de la existencia del mundo y de los objetos externos a él; de la existencia de su propio cuerpo; duda, incluso, de las verdades matemáticas. ¿Qué le queda, entonces? ¿Dónde está esa verdad indudable sobre la cual basar el sistema de la metafísica? Lo único que no se puede poner en duda es el propio sujeto que duda, el propio sujeto que piensa en la inexistencia de las cosas.
Del acto mismo de dudar surge una verdad indubitable: cogito, ergo sum, es decir, pienso, luego existo. Esta verdad es tomada por Descartes como el primer principio evidente de la filosofía. Es una verdad clara y distinta de la que pueden deducirse todas las demás verdades. En este punto es clara la influencia de lo que se ha dado en llamar el cogito agustiniano.
Esta evidencia, «pienso, luego existo», no es el resultado de una deducción; es, por el contrario, una intuición gracias a la cual me experimento a mí mismo directamente como una cosa que piensa (como una res cogitans). Es un principio inmutable, del que no se puede dudar, absolutamente verdadero.
Para Descartes, el pensamiento se define como todo acto consciente del espíritu y es el acto de pensar el que es evidente, no su contenido.
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