jueves, octubre 05, 2006

SÓCRATES

Sócrates: Hacia la búsqueda de la verdad
El primer martir de la cultura occidental

Nos encontramos ante una figura emblemática en la historia del pensamiento. A pesar de que no escribió nada, su personalidad y su doctrina nos han sido transmitidas, en primer lugar y ante todo, por el genio de Platón, y en la Mo­dernidad su figura recobró el relieve que en la Edad Media había perdido. Sócrates nace en el 470 a.C. y es condenado a muerte en el 399 a.C. Contemporáneo de los sofistas, es testigo de la hegemonía de Atenas en tiempos de Pericles; de las guerras del Peloponeso y de la consi­guiente pérdida de tal superioridad. Tras la de­rrota de Egospótamos (404 a.C.), Atenas es go­bernada por los Treinta Tiranos; posteriormen­te, en el 403, Trasíbulo restablece la democra­cia. Es este régimen político el que juzga y con­dena a Sócrates.
"Solo sé que no sé nada." Es una frase atribui­da a Sócrates para indicar el fundamento de la verdadera sabiduría: solo aquella persona que reconoce su ignorancia está abierta al conoci­miento. Se cuenta que Querefonte, amigo de Só­crates, acudió a Delfos a consultar al oráculo para saber si habla alguien más sabio que Só­crates; y el oráculo respondió negativamente. Sócrates interpretó que el oráculo quería dar a entender que el principio de la sabiduría es el reconocimiento de la propia ignorancia.
El método socrático. Sócrates comparte con los sofistas el ideal pedagógico, pero su práctica di­fiere mucho de ellos. En primer lugar, él no ad­mite pago por sus enseñanzas y, sobre todo, piensa que él no puede enseñar nada, pues la verdad radica en nuestro interior. Su labor con­siste simplemente en ayudar a las personas a descubrir la verdad. Para Sócrates, la dialéctica es el método de descubrir la verdad a través de la palabra, del diálogo. Y utiliza dos procedi­mientos:

La ironía consiste en hacer dudar al interlo­cutor de la exactitud de sus conocimientos. Sócrates se presenta como aquel "que no sabe", y en su ignorancia pregunta al que "sabe" (o cree saber). La sucesión de pregun­tas en el proceso irónico produce inquietud en el interlocutor, que pierde la seguridad en sus afirmaciones y llega a declarar: "No lo sé". Entonces ya está preparado para descu­brir la verdad.
La mayéutica. Traducido literalmente, signi­fica "dar a luz", y es el método de ayudar al interlocutor a descubrir y formular la verdad. Se dice que esto lo aprendió Sócrates de su madre, que era comadrona. Pero la verdad es que Sócrates interpreta el aforismo griego "conócete a ti mismo" en el sentido de que un auténtico conocimiento personal, fruto de una introspección y una búsqueda sincera, pone de manifiesto la verdad.
La verdad que busca Sócrates. Aplicando su método dialéctico, Sócrates pregunta: "¿Qué es...?", buscando una respuesta que sea válida para todos los casos y que describa la "natura­leza última" del objeto preguntado. Para alcan­zarla, es menester ir avanzando de manera in­ductiva en las definiciones incompletas, a fin de que se llegue a una "definición universal". El hecho de que la mente humana sea capaz de formular tal definición es manifestación de que la verdad es única y universal (contradiciendo el relativismo sofista), como una es la natura­leza humana. No es un "invento" de la mente, sino una "invención", un descubrimiento: la verdad radica en la naturaleza humana, y el hombre es capaz de descubrirla.

La verdad que busca Sócrates es la ética, el bien. Una verdad práctica que regula la actua­ción del hombre con vistas a su desarrollo per­sonal y social. Esa verdad-bien, formulable en definiciones universales, se puede conocer de manera indudable, y puede dar origen a principios universales de comportamiento. Es más, una persona que conoce el bien no actuará mal, porque nadie actúa conscientemente contra su naturaleza, y si lo hace es porque erróneamente considera que su acción le reportará un bien. Este pensamiento de Sócrates se conoce como "intelectualismo moral".

Una verdad práctica, objetiva y universal que el hombre descubre en su interior; tal es, bre­vemente formulada, una de las convicciones bá­sicas que impulsan a Sócrates a su acción pe­dagógica. ¿Por qué? Porque considera que el bien de la polis se fundamenta en el bien del individuo. Como profundizará después Platón, la polis es justa como consecuencia del desa­rrollo ético de sus ciudadanos. Frente al con­vencionalismo político sofista, Sócrates opone su intelectualismo: en la base de la vida pública está el individuo. Por eso la educación socrática es una paideia para la polis, "política", que per­mite al hombre vivir en ella.

Situando de este modo el bien en la base de la vida política, la libertad adquiere una nueva dimensión. Para Sócrates, a diferencia de los sofistas, el hombre libre es aquel que actúa de acuerdo con la razón y su naturaleza; aquel que realiza el bien. Esto implica una concepción an­tropológica en la que el alma sea, además de principio de vida y de conocimiento, principio de actuación. Hay una preponderancia del alma con respecto al cuerpo, de suerte que esta es quien lo rige, lo gobierna y en definitiva lo do-

El juicio de Sócrates. El año 400 o 399 Sócrates fue acusado ante el tribunal y, considerado cul­pable, condenado a muerte bebiendo cicuta. ¿De qué se le acusaba? Según el Diálogo de Pla­tón Apología de Sócrates, era culpable de co­rromper a la juventud, de no reconocer a los dioses de la ciudad y, por el contrario, de sos­tener extrañas creencias e introducir nuevas di­vinidades. En cierto sentido, estas acusaciones te a Anaxágoras, Sócrates considera que hay una Mente o Dios ordenador del mundo al que estarían supeditados todos los dioses tradicio­nales. La acusación de "impiedad" (asebeía), que también se hizo contra Anaxágoras, es un pretexto para ocultar el auténtico motivo: "la malevolencia y la envidia de tanta gente". La acusación de "corromper a la juventud" impli­ca, según los acusadores, que Sócrates hace que los jóvenes sean críticos con respecto a la política y tradiciones de Atenas. Es cierto que muchos jóvenes siguen a Sócrates, Platón entre ellos. No les propone, como los sofistas, una educación para convencer, sino para practicar la virtud, para conocerse a sí mismos y descu­brir la verdad.
Terminada su defensa, el jurado consideró a Sócrates "culpable". Según Diógenes Laercio, hubo una diferencia de 60 votos a favor de su culpabilidad. Las leyes atenienses estipulaban que el acusado tenía derecho a proponer una pena sustitutoria de la pena de muerte. Y Só­crates propuso "ser mantenido a costa del Es­tado", puesto que no se creía merecedor de con­dena alguna. Esta intervención de Sócrates irri­tó aún más al jurado, que se ratificó en su condena, aunque esta vez por un margen más amplio. Según cuenta Platón en Fedón, fue el servidor del tribunal de los Once (encargado de la custodia de los presos) quien vino a anun­ciarle a Sócrates que había llegado la hora de tomar la cicuta. Ante el llanto de sus amigos, Sócrates los animó a que se calmaran y estu­vieran fuertes. Poco a poco, el veneno fue ha­ciendo su efecto. Y así murió "el más sensato y justo de los hombres de su tiempo".